Los viejos maestros ya no hablan: el olvido de la sabiduría ancestral

Por Cesáreo González
Abogado, docente y analista jurídico-cultural
“Un pueblo que no honra a sus ancianos, no merece su futuro.” — Cesáreo González
I. EL PASADO: CUANDO LA SABIDURÍA CAMINABA DESCALZA
Durante siglos, la transmisión del conocimiento fue oral. Las culturas indígenas, africanas, asiáticas y latinoamericanas confiaron la continuidad de su identidad a la memoria de sus ancianos. No existía la idea de que envejecer era un castigo; era, por el contrario, un privilegio, una corona de sabiduría. Las decisiones importantes se tomaban bajo el consejo de los más viejos. Su palabra era ley, y su experiencia, un libro abierto.
La figura del anciano era un puente entre generaciones. Las familias se estructuraban alrededor del abuelo o la abuela, quienes no solo eran cuidadores de los más pequeños, sino también portadores de los valores, la historia y la memoria colectiva. En los pueblos del Caribe, por ejemplo, los viejos eran los que sabían cuándo sembrar, cómo curar la fiebre con hojas de anamú o cómo leer el cielo antes de una tormenta.
En África, los griots eran los guardianes de la historia oral. En los Andes, los amautas eran los sabios que instruían en ética, astronomía y espiritualidad. En Asia, los ancianos eran reverenciados como maestros del equilibrio interior. Esta sabiduría no era de libros: era vivida, encarnada, probada con los años. Y por eso, era valiosa (Geertz, 1973; Halbwachs, 1992).
II. EL PRESENTE: EL IMPERIO DEL RUIDO Y LA DESCONECTIVIDAD HUMANA
Hoy vivimos en un mundo donde los valores se miden por la utilidad inmediata. Si no produces, si no generas, si no estás actualizado, pareces descartable. La modernidad ha fabricado una visión cruel del envejecimiento: lo asocia con pérdida, decadencia, enfermedad. Esta mentalidad ha tenido consecuencias devastadoras en la forma en que tratamos a nuestros mayores.
Mientras la tecnología avanza a pasos agigantados, la humanidad emocional retrocede. Se ha roto el hilo invisible entre generaciones. Cada vez hay menos conversaciones intergeneracionales. Muchos jóvenes no saben cómo hablar con un anciano, y muchos ancianos se sienten inútiles, aislados, abandonados por una sociedad que idolatra la juventud y teme la vejez.
La sabiduría ancestral ha sido sustituida por la opinión superficial. Hoy una celebridad de redes sociales tiene más influencia que un maestro rural con cuarenta años de servicio. Y eso debería preocuparnos.
III. LA HERIDA INVISIBLE: EL ABANDONO COMO ENFERMEDAD CULTURAL
Hay una herida que recorre silenciosamente muchas casas y calles del mundo: el abandono. No solo físico, sino emocional. El anciano que vive entre gente pero a quien nadie escucha. El abuelo que cuida nietos, pero que nunca recibe una palabra de gratitud. La madre envejecida que crió con sacrificio, pero ahora vive en una habitación olvidada.
La vejez se ha convertido, en muchos casos, en un castigo. Pero no por lo que implica en sí misma, sino por la indiferencia con la que la sociedad la trata. El maltrato institucional, la falta de políticas públicas y la invisibilización de los mayores en los medios de comunicación refuerzan un mensaje: “tu tiempo ya pasó”.
Y sin embargo, ¿qué sería del mundo sin los viejos? ¿Quién mantiene la espiritualidad viva en las casas? ¿Quién enseña la paciencia, la ternura, el perdón, la humildad? ¿Quién ha llorado más guerras, más pérdidas, más batallas que ellos? ¿No merecen, acaso, un lugar sagrado en nuestra conciencia colectiva?
IV. EL FUTURO: UNA ENCRUCIJADA ENTRE EL OLVIDO Y LA RECONCILIACIÓN
El futuro puede ser distópico si seguimos despreciando la memoria. Pero también puede ser luminoso si tomamos conciencia ahora. Es urgente rescatar la sabiduría oral, recuperar la conversación, el cuento, el mito, la leyenda. No como nostalgia, sino como herramienta viva.
Las universidades deberían incluir la tradición oral en sus pensums. Las familias deberían grabar las historias de sus mayores. Los medios deberían invitar a los sabios a sus debates. Las escuelas deberían celebrar un “Día del Abuelo Sabio”, no solo para agasajarlos, sino para escucharlos.
La reconciliación entre lo moderno y lo ancestral no solo es posible: es necesaria. Porque si la tecnología representa nuestro poder, la sabiduría ancestral representa nuestra dirección. Sin dirección, el poder se vuelve peligroso.
V. UNA PROPUESTA UNIVERSAL: DECLARAR EL SABER ANCESTRAL PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Propongo que las Naciones Unidas y la UNESCO promuevan una convención internacional para declarar la sabiduría ancestral como patrimonio intangible de la humanidad. Que se proteja, se estudie y se promueva con la misma importancia que cualquier hallazgo científico.
Cada país debe crear Centros de Memoria Ancestral, donde niños y jóvenes puedan ir a aprender no solo historia, sino humanidad. Donde los viejos no sean solo objetos de caridad, sino sujetos activos de construcción social.
La humanidad necesita volver a sentarse en círculo. No frente a pantallas, sino frente a rostros. Escuchar no con los oídos, sino con el alma.
VI. LOS EFECTOS DEVASTADORES: CICATRICES EN LA SOCIEDAD
Fragmentación familiar: Al excluir a los ancianos del diálogo cotidiano, las familias pierden el sentido de continuidad y pertenencia. Se rompen los lazos, y el hogar se convierte en un mero espacio físico sin memoria afectiva (Halbwachs, 1992).
Aumento de enfermedades mentales: La soledad y el abandono han disparado los índices de depresión y demencia en la tercera edad. Estudios de la OMS confirman que la interacción intergeneracional retrasa el deterioro cognitivo y mejora la salud emocional de los mayores (OMS, 2021).
Pérdida de conocimientos sostenibles: Sin la guía de los campesinos y curanderos, se olvidan técnicas de cultivo orgánico, manejo del agua y medicina natural que podrían ser claves ante la crisis climática (Banco Mundial, 2022).
Uniformidad cultural: La desaparición de dialectos, cantos y leyendas empobrece la diversidad humana. Un mundo que se escucha a sí mismo en un solo tono es un mundo menos creativo y menos resiliente (Geertz, 1973).
Crisis ética: Al ignorar a quienes han vivido más, se borra la dimensión moral de la experiencia. Las decisiones sociales se toman sin la brújula del pasado, y se repiten errores históricos (Taylor, 1989).
VI.1. FORTALECIENDO LA DEFENSA DE LA SABIDURÍA ANCESTRAL
Para dimensionar la urgencia de rescatar la memoria y el respeto a los mayores, conviene considerar seis aspectos clave que fortalecen la defensa de la sabiduría ancestral.
Datos estadísticos concretos y recientes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021), la población mundial de adultos mayores de 60 años alcanzará los 2 mil millones para 2050, casi el doble de la registrada en 2015. Paralelamente, la soledad y el aislamiento social se han convertido en epidemias silenciosas, afectando la salud mental y física de los ancianos y aumentando significativamente los índices de depresión y demencia.
Ejemplos contemporáneos o casos de éxito. Existen iniciativas en varios países que recuperan la tradición oral y fomentan el diálogo intergeneracional. Por ejemplo, en México, el programa "Abuelos Sabios" impulsa talleres donde los mayores enseñan oficios y relatos tradicionales a jóvenes, revitalizando la cultura local y fortaleciendo el tejido social (INAPAM, 2023). En España, la red de "Escuelas de Abuelos" fomenta la transmisión de saberes y la compañía activa, con resultados positivos en la reducción del aislamiento.
Impacto económico de ignorar a los mayores. La exclusión social y el abandono de la tercera edad no solo dañan a las personas, sino que también generan costos elevados para los sistemas de salud pública, por el aumento de enfermedades crónicas, hospitalizaciones y cuidados prolongados. Estudios económicos revelan que invertir en la integración y bienestar de los mayores puede reducir el gasto sanitario y promover una economía más solidaria y sostenible (Banco Mundial, 2022).
Conexión con movimientos actuales. Organismos internacionales impulsan movimientos como el "Envejecimiento Activo" (Active Ageing) y la "Economía Plateada" (Silver Economy), que buscan revalorizar el rol social y económico de las personas mayores, promoviendo su participación activa y su inclusión en el desarrollo sostenible (ONU, 2020).
Un llamado final a la acción concreta. Más allá de las propuestas institucionales, es imprescindible que cada individuo actúe en su entorno inmediato: escuchar a un abuelo, aprender un saber tradicional, registrar historias familiares o comunitarias. Son gestos simples pero poderosos que reconstruyen el puente entre generaciones y afianzan la identidad cultural.
Dimensión filosófica y antropológica. La pérdida de la memoria ancestral representa una erosión profunda de la identidad colectiva y del sentido de pertenencia que define a toda comunidad humana. Como plantea Charles Taylor (1989), la identidad se forma en diálogo constante con el pasado. La ruptura de ese diálogo provoca alienación y fragmentación social, afectando la cohesión y el bienestar emocional (Geertz, 1973; Halbwachs, 1992). Por tanto, rescatar a los ancianos y su saber no es solo una cuestión cultural, sino un acto esencial para la supervivencia espiritual y social de la humanidad.
VII. UN MUNDO RECONCILIADO: LA UTOPÍA POSIBLE SI ESCUCHAMOS
Imaginemos un mundo donde la voz del anciano sea la primera fuente de consulta y no la última. Donde cada barrio tenga su Casa de la Memoria viva, con talleres de oficios tradicionales y memoria intergeneracional.
– Educación transformada: Los niños aprenden geometría construyendo huertos con sus abuelos. La historia se vive en primera persona, narrada por quienes la sobrevivieron. El resultado: estudiantes con identidad, curiosidad y empatía.
– Tecnología con alma: Ingenieros y sabios rurales co-diseñan soluciones que respetan la tierra y las tradiciones. Se crean aplicaciones para mapear hierbas medicinales y técnicas agrícolas ancestrales. La innovación deja de ser depredadora.
Sociedad de cuidados: Los índices de soledad y suicidio disminuyen. Los ancianos, al sentirse útiles, prolongan su plenitud. Los jóvenes, al recibir mentoría, adquieren dirección vital. Se forja una economía de solidaridad. Planeta resiliente: Al integrar prácticas agrícolas regenerativas y saberes climáticos milenarios, se combate la desertificación, se protegen semillas locales y se fortalece la seguridad alimentaria.
Ese mundo no es una utopía infantil: es un horizonte alcanzable si damos el paso de la escucha profunda.
VIII. CONCLUSIÓN: ESCUCHAR A LOS QUE YA CAMINARON
El progreso que niega el pasado es una trampa. La civilización que olvida a sus sabios pierde su alma. Volver a los viejos no es retroceder: es avanzar con raíces.
Que no mueran con ellos las verdades que aún pueden salvarnos.
Volver a los abuelos, a los campesinos, a los sabios humildes que ya no hablan, es quizás el acto más revolucionario de este siglo. Porque tal vez el futuro no necesita más innovación, sino más memoria.
IX. LUZ DESDE LAS ESCRITURAS: LA SABIDURÍA QUE VIENE DE DIOS
La Biblia, fuente milenaria de sabiduría espiritual, ha honrado desde sus primeros libros la figura del anciano como símbolo de experiencia, consejo y bendición. En sus páginas, la vejez no es señal de decadencia, sino de plenitud. La Escritura nos invita a mirar con reverencia a quienes han caminado más que nosotros, pues en ellos reposa la herencia del discernimiento y la gracia acumulada por los años.
– Levítico 19:32 dice claramente: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor.” Esta orden divina conecta el respeto a los mayores con el respeto a Dios mismo. Despreciar a los ancianos es, de algún modo, deshonrar al Creador.
– En Job 12:12, se pregunta con sabiduría retórica: “¿En los ancianos no está la ciencia, y en la larga vida la inteligencia?” La edad es sinónimo de profundidad, y la experiencia, una fuente inagotable de sabiduría práctica.
– El Salmo 92:14 afirma que los justos “aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes”. No es un tiempo de ruina, sino de frutos tardíos, de legado espiritual, de orientación firme.
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